Cuento de Peter Pan

    Peter Pan - Ingles - - Literatura fantástica -
    by -


    Cuento de Peter Pan


    Hace mucho tiempo vivió, en la ciudad de Londres, una jovencita llamada Wendy, que siempre estaba contando cuentos maravillosos a sus hermanos John y Michael.

    Las historias de Wendy eran realmente fascinantes. Peter Pan y Campanilla eran los protagonistas de todas las aventuras que se vivían en el país de Nunca Jamás.

    Aunque Wendy era una gran narradora de cuentos, también era una joven a la que no le importaba hacerse mayor y asumir ciertas responsabilidades. Wendy entendía que con su edad debía cuidar y querer a sus pequeños hermanos.


    Una noche, cuando su padre, a quien no le gustaban nada los cuentos de su hija, estaba a punto de salir a cenar con su madre,  Wendy comenzó a contar otra de sus historias sobre Peter Pan.

    – Wendy, quieres dejar ya de contar esas cosas a los chicos – grito enojado su padre.

    – Déjalos George, son solo cuentos que nada malo les pueden hacer – dijo su madre con calma.

    Cuando sus padres se hubieron marchado, Wendy, Jorge y Michael, se metieron en la cama para continuar con la aventura de Peter Pan, donde la habían dejado.

    De repente, un fuerte viento abrió la ventana de par en par, asustando a los tres pequeños, que rápidamente se escondieron en sus camas, cubriendo sus rostros con las sábanas.

    Cuando recuperaron algo de valor para destaparse, pudieron ver una silueta, que les resultaba muy familiar, en el alfeizar de la ventana.

    – ¡Es Peter Pan! – gritaron John y Michael.

    –¡Y Campanilla! – señaló Wendy.

    Los pequeños saltaron de la cama para ir a saludarlos-

    – Hola Wendy – dijo Peter Pan – Llevo mucho tiempo escuchando tus cuentos, escondido en la ventana. Son maravillosos. ¿Os gustaría venir con nosotros al país de Nunca Jamás? Los Niños Perdidos necesitan a alguien que los cuide y les cuente cuentos, como las historias que tú narras cada noche a tus hermanos.


    – ¡Si, nos encantaría ir con vosotros! – contestó Wendy – Pero…¿cómo vamos a llegar hasta allí? Nosotros no sabemos volar.

    – Bastará con una pizca de polvo mágico de Campanilla y un pensamiento feliz para que voléis junto a nosotros – explicó Peter.

    Y así lo hicieron los niños. No fue difícil encontrar un pensamiento feliz y, en cuanto Campanilla los hubo rociado de polvo mágico, los tres hermanos salieron volando detrás de Peter Pan.

    Sobrevolaron Londres y cuando atravesaron las nubes que cubrían el oscuro cielo, divisaron el país de Nunca Jamás.

    Rodeada de un mar desconocido, se situaba la Isla donde vivían los Niños Perdidos.

    – Ya estamos llegando – gritó Peter Pan – ¡Este es el país de Nunca Jamás! –

    Una vez en tierra, Peter pidió a Campanilla que acompañase a Wendy y a sus hermanos junto a los Niños Perdidos.

    – Si, Peter, yo los acompaño – contestó Campanilla.

    Lo que Peter no sabía era que Campanilla estaba muy celosa por la presencia de Wendy y no estaba dispuesta a que ninguna chica viniese a sustituirla.

    Así que la pequeña hada tramó un plan y se adelantó a los invitados, contando a los Niños Perdidos que un pájaro muy peligroso se acercaba y que todos tenían que derribarlo.

    Los niños comenzaron a lanzar piedras hasta conseguir derribar al enemigo, aunque en realidad a quien derribaron fue a Wendy.

    Peter Pan llegó justo a tiempo para parar la caída de Wendy.

    Cuando Peter se enteró de lo que había hecho Campanilla, la desterró de la Isla. Gracias a Wendy, Peter Pan redujo el castigo a una semana.


    Campanilla se marchó muy enfadada con Peter y sus invitados.

    Los Niños Perdidos acogieron con alegría a Wendy y a sus hermanos y les enseñaron su hogar subterráneo, construido entre las raíces de un árbol.

    Todos les advirtieron de que aquel lugar era secreto y de que nunca deberían revelar su localización al temible Capitán Garfio y a sus piratas. Ellos eran los únicos que habían crecido en Nunca Jamás y además eran enemigos de Peter Pan y  de los Niños Perdidos.

    Allí los niños vivían felices y nunca crecían, porque no querían convertirse en adultos aburridos y tristes. En Nunca Jamás, los niños eran siempre niños y Peter Pan era el jefe, el niño que jamás crecería ni se iría de Nunca Jamás.

    El Capitán Garfio y sus piratas siempre estaban intentando encontrar el escondite de Peter Pan. 

    Mientras Peter enseñaba a Wendy el hogar de las sirenas, pudieron divisar al Capitán Garfio que llevaba prisionera a la Princesa India.

    – Seguro que la ha secuestrado para que su padre, el Jefe Indio, le revele el lugar de nuestro escondite – dijo Peter Pan.

    Sin pensarlo dos veces, Peter Pan se lanzó sobre la barcaza y consiguió rescatar a la Princesa India.

    El Capitán Garfio y su fiel acompañante Smee acabaron en el agua, y no dejaron de nadar hasta llegar a su gran barco pirata, perseguidos por un enorme cocodrilo que hacía muchos años ya se había zampado una de las manos del Capitán Garfio.

    El malvado capitán estaba  siempre tramando alguna fechoría para fastidiar a Peter Pan y a los Niños Perdidos. Pero en esta ocasión se encontró con una situación inesperada…  Campanilla, que seguía muy celosa de Wendy y enfadada con Peter, vio al Capitán Garfio y, mientras le contaba lo mal que se había portado Peter con ella, se le escapó la localización del árbol secreto, el hogar de los Niños Perdidos.


    – ¡Oh, no! ¿Qué he hecho? – dijo Campanilla arrepentida por haber cometido tal deslealtad.

    – No te preocupes – dijo el Capitán Garfio – Yo sólo quiero enviar un regalo a los Niños Perdidos… ¡jamás les haría nada malo! – insistió.

    Claro está que el Capitán Garfio estaba mintiendo, pues en el regalo había metido muchos explosivos para acabar con Peter Pan y con su escondite.

    Pero Campanilla, que no se fiaba del malvado pirata,  voló tan rápido como pudo hasta el árbol perdido, justo a tiempo para quitar a Peter el regalo que había recibido de Garfio y lo lanzó tan lejos que solo se pudo ver el humo de la explosión.

    Campanilla se disculpó con Peter por haber revelado el escondite y Peter comprendió que Campanilla estaba realmente arrepentida.

    – No te preocupes Campanilla, todos nos equivocamos. Venceremos a Garfio y no le permitiremos que entre en nuestro hogar.

    Pero mientras Campanilla y Peter se reconciliaban, el Capitán Garfio secuestró a Wendy y a sus pequeños hermanos.

    – ¡Socorro, Peter! – gritaron los Niños Perdidos – ¡Garfio se ha llevado a Wendy! –

    – ¿Cómo? Ese malvado se va a llevar su merecido. ¡Seguidme Niños Perdidos! Vamos a rescatar a nuestros invitados – dijo Peter enfurecido.

    Tras organizar un plan de rescate, Peter voló al barco pirata donde se encontraba Wendy, a punto de ser obligada a saltar al mar desde  una tabla de madera.

    – ¡Te cogí! – gritó Peter al rescatar a Wendy justo antes de caer al agua.

    – Gracias Peter, pero aún hay que ayudar a mis hermanos – insistió Wendy muy preocupada.

    – Tranquila, estos piratas se van a arrepentir de haber capturado a nuestros amigos – contestó Peter.

    Y justo en ese momento aparecieron los Niños Perdidos y asaltaron el barco pirata con sus tirachinas.

    Los piratas huyeron lanzándose a los botes salvavidas y no dejaron de remar hasta que se les perdió de vista en el horizonte.

    Garfio y Peter mantuvieron una lucha feroz, hasta que el Capitán cayó al mar, donde volvió a ser perseguido por el temible cocodrilo.

    – ¡Smee! ¡Ayúdame! – suplicaba Garfio sin dejar de huir del cocodrilo.

    Peter, Campanilla y los Niños Perdidos se hicieron con el mando del barco pirata y lo hicieron volar con algo de polvo mágico de las hadas, hasta devolver a Wendy, John y Michael a su apacible hogar de Londres.

    – Gracias por esta aventura tan increíble – dijeron los tres hermanos.

    Los Niños Perdidos, Campanilla y Peter se despidieron de sus nuevos amigos y rápidamente pusieron rumbo a las estrellas para atravesarlas hasta llegar al País de Nunca Jamás.

    Añade un comentario de Cuento de Peter Pan
    ¡Comentario enviado con éxito! Lo revisaremos en las próximas horas.